El rey Alfonso XIII fue rey de España desde su nacimiento hasta la proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931. Aunque la Corona le llegó a los dieciséis años de edad, concretamente, el 17 de mayo de 1902.
Sería 4 años después cuando sufriera un atentado en la calle Mayor de Madrid el día de su boda con Victoria Eugenia. Aquí entra el segundo protagonista de la historia: Mateo Morral Roca. Un anarquista español conocido precisamente por este atentado. Nació en Sabadell el 29 de noviembre de 1879 y falleció el 2 de junio de 1906 en Torrejón de Ardoz, capturado tras el atentado por un guardia.
Mateo era hijo de un republicano que se dedicaba a la industria textil y de una católica integrista que estaba muy influida por un representante destacado del integrismo católico de la Restauración, Félix Sardá y Salvany.
Mateo trabajó en varias casas comerciales tanto en Francia como en Alemania y se especializó en industria textil. Fue en Alemania cuando entró en contacto estrecho con el anarquismo y comenzó a leer a Nietzsche y a Max Hausmeister. En el año 1899 volvió a Sabadell para dirigir la fábrica familiar, aunque tuvo algunos problemas familiares ya que intentaba que sus obreros tuvieran más conciencia social y participaba en huelgas y proyectos de comunas.
Tras unos viajes por Londres y París en el año 1901, Mateo decidió dejar la empresa familiar a su vuelta y comenzó a trabajar como bibliotecario con Francisco Ferrer Guardia, el pedagogo anarquista fundador de la Escuela Moderna. Fue ahí donde comenzó a escribir algunos textos breves
Durante este periodo escribió algunos breves textos conocidos bajo el nombre de “Pensamientos revolucionarios de Nicolás Estévanez”, con el que tuvo bastantes problemas.
El atentado
En 1906 Mateo viajó a Madrid con el firme propósito de atentar contra el rey Alfonso XIII, con motivo de la boda real. Así, cuando la comitiva se dirigía de vuelta de la iglesia de los Jerónimos al Palacio Real de Madrid, Morral esperaba su paso desde el balcón de la pensión en la que se hospedaba, ubicada en el tercer piso del número 88 (actualmente 84) de la calle Mayor para tirar desde el balcón una bomba.
Concretamente, fue a las 13:55 horas, cuando la carroza real pasaba bajo él, arrojó la bomba oculta en un ramo de flores. El ramo con la bomba tropezó en su caída con el tendido del tranvía y se desvió hacia la multitud que estaba observando la comitiva.
Los reyes salieron ilesos pero murieron veinticinco personas, quince de ellas militares. Más de cien resultaron heridas. Otro artefacto, que no llegó a estallar, se encontró al otro lado de la calle, en Capitanía.
La muerte y el juicio
Aunque intentó refugiarse en la redacción del diario ‘El Motín’ y consiguió escapar de Madrid, el 2 de junio fue reconocido por varias personas en un ventorrillo cercano a la estación de Torrejón de Ardoz, la Venta de los Jaraices, donde se detuvo para comer, esperando tomar el tren para Barcelona.
Estas personas, que sospecharon de él por sus dedos vendados, su acento catalán y la falta de correspondencia entre sus finos modales y la ropa que vestía (un mono de mecánico), avisaron al guarda jurado particular de la finca de Aldovea, Fructuoso Vega, quien, tras solicitarle la documentación, le pidió que le acompañase al cuartelillo de Torrejón.
En cuanto a la muerte de Mateo hay un debate porque la investigación oficial dice que fue asesinado de un tiro por el guarda que le estaba llevando al cuartelillo y que después se suicidó, aunque el estudio forense dice que el cadáver presentaba lesiones que no eran compatibles con un tiro a corta distancia.
Su cuerpo y el del guarda fueron mostrados en el ayuntamiento del pueblo, hasta que se los llevaron a Madrid a las pocas horas. Los vecinos de Torrejón de Ardoz intentaron atacar el cadáver por lo que necesitaron que seis parejas de la Guardia Civil de Torrejón de Ardoz y San Fernando de Henares custodiasen el carro donde iba el féretro.
El guarda fue enterrado en su localidad natal, Loeches; y en su honor, el duque de Tovar, propietario de la finca y palacio de Aldovea, costeó una cruz que se colocó en el kilómetro 4 de la carretera de Torrejón a Arganda, y que se mantuvo allí hasta que fue retirada en la época de la Segunda República.
En el juicio, celebrado el 3 de junio de 1907 sin jurado popular, se condenó a nueve años de prisión a José Nakens y a otros dos anarquistas (Isidro Ibarra y Bernardo Mata), por haber facilitado la huida de Mateo Morral, mientras que Francisco Ferrer Guardia y otros tres acusados fueron absueltos.
Los condenados fueron indultados un año después, a raíz de una campaña de prensa a su favor, basada en la publicación de artículos del propio Nakens relatando las terribles condiciones de vida en la cárcel.
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Es un error muy común ver en Ferrer y Guardia un anarquista. Era lo que entonces se denominaba «libre pensador» preocupado como estaba por las falta de instrucción y por las condiciones de vida de la clase obrera, su pensamiento se acercaba a la ideología que empezaba a calar entre los trabajadores de Barcelona en aquel momento, el anarquismo.